
El dedo índice.
"Donde el sonámbulo descubre que un viaje hacia afuera es también un viaje hacia adentro, donde el presente le pisa los talones al futuro, y excita al pasado, el cual nunca se sabe cómo reacciona."
Alberto Ruy Sánchez.
The forefinger (the Index finger)
"Where the sleepwalker discovers that a outware trip works also as an inward journey, where the present chases the future and turns on the past, whose outcome is always a mystery to us”
The first finger next to the thumb is the index finger. In nearly all cultures it is used for identifying, pointing out, selecting and pressing. It is not only the finger that presses the shutter, but also marks and displays the direction of your glance. An outer glance that frames the inner one, as Ruy Sáchez says: “An outward trip is a journey inward”.
You use the forefinger to count one by one, to set up a fire and to taste new flavors. With your index finger you make a decision, you establish the limits and therefore the temptation of the boundless.
Alberto Ruy Sanchez.
El dedo índice. Pepe Vera
Sonambulismo fotográfico
El segundo dedo de la mano es el índice, desde siempre los humanos lo hemos utilizado para señalar, indicar, elegir… y también pulsar. No sólo es el dedo que presiona el disparador de mi cámara, sino el que elige y muestra el camino de mi mirada. Una mirada exterior que inevitablemente marca la interior. Con el índice cuento de uno en uno, lo acerco al fuego para quemarme y lo uso para probar sabores y pintar con ellos. Con el dedo índice decido, defino el límite, la tentación que existe en el filo de la hoja de un cuchillo, la no frontera y por lo tanto de lo ilimitable.
No me hacía falta aquel viaje donde me sucediera algo definitivo. Todo lo contrario, necesitaba lo opuesto al dogma y a la verdad incuestionable. Elegir, tomar una decisión con mi índice. Encontrar en lo normal y cotidiano la magia del asombro, donde la luz se dobla con la sombra.
¿Qué origen tienen las cosas y las personas, y a dónde van? Lo visible siempre es la sombra de lo invisible, luz doblada. El índice de mi mano elige con mi cámara cuando toco lo oscuro que me rodea, lo invisible.
Las cosas se vuelven invisibles en cada momento. Existen innumerables e interesantes cosas que no veo porque son cotidianas, de todos los días. Visibles o invisibles, todas tienen un espacio propio en el tiempo.
Yo no cazo, yo descubro. No busco, encuentro. Tomo consciencia de estar frente a algo inesperado, único e irrepetible, desconocido y que nunca imaginé su existencia. Estos casuales descubrimientos se van convirtiendo en imágenes.
Las cosas que he vivido en los viajes se mantienen vivas, sostenidas en temporales hilos de lo invisible. Se presentan ante mis ojos para alertarme del continuo e inevitable cambio. Una especie de anuncio de la micro-muertefotográfica de las cosas adquiridas. Síntesis del asombro, imágenes inesperadas que entran al tiempo sin tiempo.
Que el tiempo fluya. Soy yo antes, ahora, después. Son todas mis ideas y mis recuerdos en esa zona sonámbula. Sonambulismo fotográfico. Ese sitio donde las sombras son un autorretrato continuo, rodeado de los personajes y escenarios de mi propia historia o de las que estoy inventando. Lo fugaz del encuentro, la sorpresiva belleza de todo lo invisible y poder tocarlo.
Lanzarote. 2019
El dedo índice. Tarek Ode
“Es lo que se ve sin mirar lo que enseña a ver, lo que se acumula en la memoria”
Bernard Plossu
En nuestra vida, los sucesos cotidianos que acontecen o han acontecido, se han ido sumando hasta formar nuestra percepción de la realidad, una realidad personal y diferente para cada individuo, pero única en su forma genérica. Somos el resultado de los seres y circunstancias del pasado, la suma de otros que evolucionaron hasta llegar a lo que somos ahora.
El ser humano actual se ha alejado de su propia especie para asentarse en el individualismo basado en el enaltecimiento del yo, que nos ha situado al borde del precipicio. El arte, y en mayor medida la fotografía, está contribuyendo a esa exaltación del ego. Ya no interesa la cultura, la historia, el conocimiento... lo importante ahora es contemplar nuestro rostro en forma de selfie para demostrar queyo estuve allí. La efímera presencia de millones de caras publicadas en las redes, de perfectas sonrisas propias de los felices colonos del megapíxel que ocupan los servidores de las redes sociales. En cierta forma es una degradación, no sólo del individuo, sino de la propia fotografía antes entendida como un arte fundamentado en la cultura, el conocimiento y la técnica.
No situaría jamás a Pepe Vera como un turista de los que se apoderan del recuerdo para fijarlo en el DNI de un viajero invasor. El fotógrafo que aquí nos ocupa es ante todo un peregrino no un turista. Un observador que se toma su tiempo para disfrutar los lugares que visita, se relaciona, interactúa... llegando a ser partícipe de la vida, como muestran sus imágenes. Al observar su obra percibo una historia bien narrada, con un hilo conductor, presencio un proyecto en cada una de las piezas, una puerta que abre otra mayor, respiro a Cartier Bresson, a Ansel Adams, a Sophie Calle y a veces, me atrevería a decir que a Ralph Gibson. Porque Pepe es la suma de todos ellos y a la vez él mismo.
Quien se aproxime a su trabajo deberá detenerse ante cada imagen, interpretarla como única y sumarla al conjunto de la muestra. No es una exposición para las prisas, ni un libro para olvidar en la biblioteca del salón. Aquí entra en juego el respeto a más de 20 años de profesión, reflexionando, leyendo, exponiendo y formándose como artista, en una vida colmada de experiencias. La lectura de las imágenes de Pepe Vera conlleva también la reflexión post-click. Ese dedo índice es el encargado de seleccionar la imagen definitiva, la que cuenta una historia o simplemente calla para que sea el espectador el que hable.
Madrid. 2019
© all images, 2013. pepe vera