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 ISLA MARGARITA. 1997

DÓLARES NO, SON PESETAS.


La culpa es del cine, maldito recuerdo, pienso sentado en un asiento del avión que me lleva a Venezuela. La película “Viven”, sí, esa que narra un hecho real sobre el canibalismo practicado por los supervivientes de un accidente de avión en Chile. Desde que la vi, en concreto las escenas del accidente aéreo, no puedo evitar pensar en ella cuando cojo un avión. Esta aprensiva herencia cinematográfica sólo acaba cuando piso tierra firme. Lo sé, ¡ qué estúpido! Como si para morir hubiera que subirse a un avión. Curiosamente hace unos dos años le hice unas fotos para una entrevista a uno de los supervivientes reales de esta tragedia. Cuando hacíamos las fotografías, se sentó en una gran maceta de cerámica blanca rompiéndola en el acto y cayendo hacia atrás. Se pegó tal “partigaso“ que casi se mata. Una persona que sobrevive a un accidente de avión, y que además también lo hace al frío, al hambre  y a avalanchas de nieve, pudo haber muerto por una simple caída. Afortunadamente no ocurrió así. Pero la verdad es que para morir tan solo hace falta estar vivo, ya saben.​​​


Esta vez, la puerta no sólo me liberó de todos estos aprensivos pensamientos, sino que al salir por ella sentí un fuerte calor pegajoso y húmedo que me daba de costado. Al principio llegué a pensar que era la turbina del avión, luego descubrí que 34º C y un 70% de humedad eran la causa de aquel “calufón”. Este es el recuerdo más inmediato que tengo cuando pienso en Isla Margarita, esa especie de olor a calor húmedo que cambié, gustosamente, por el ambiente fresco del interior del aparato.​​​


Margarita es la mayor de las islas que forman el Estado de Nueva Esparta en Venezuela. Podría decirse que esta isla caribeña de algo más de novecientos kilómetros cuadrados de extensión se pareció, se parece y se parecerá a Lanzarote. Me explico: Se pareció en que Margarita es un “puerto franco” y Lanzarote lo fue, se parece por basar prácticamente en el turismo su economía, como aquí. Y se acabará pareciendo, en la crisis económica que sufren allí, y que algunos auguran para el futuro de nuestra isla. Es verdad que el turismo, aún no muy desarrollado, y la condición de estar  inmersos en la enorme crisis nacional, y eso se nota en la calle. En Porlamar, la capital comercial y turística de la isla, se pueden ver las numerosas tiendas de prendas “de marca” a precios inalcanzables para la mayoría de los isleños. En la acera, frente a estas boutiques, los vendedores ambulantes exponen sus piezas de artesanía sobre mesas desmontables. En el otro lado de la ciudad está el mercado de “los conejeros”, en donde se vende fruta caribeña y también ropa de  “supuestamente-marca” a bajo precio. ​​​

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Este mercadillo goza de una “especial” protección fiscal por parte del Estado. Una economía sumergida de taxistas ilegales, limpia-coches, adolescentes limpiabotas o vendedores playeros de perlas, convive en esta ciudad con comercios lujosos en donde se venden prendas de diseño y deportivas de marcas internacionalmente prestigiosas. Y es que en Venezuela, hay que “buscarse la vida”. Dicen que la necesidad agudiza el ingenio y en un país en donde el sueldo medio es de aproximadamente 25.000 ptas. al cambio, y en donde el precio de la gasolina es insultante para un venezolano y casi ridículo para nosotros, quizás no quede más remedio. ​​​

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Así me lo decía uno de estos vendedores ambulantes de artesanía  mientras negociábamos el definitivo precio de una pieza de artesanía consistente en una pipa de fumar hecha, entre otras cosas, con un pico de pelícano. De 17.000 bolívares había conseguido bajarlo a 15.000, pero yo aún quería bajar hasta 12.000. Él no cedía, manteniéndose en 15, y yo me quedaba sin argumentos. Así que le dije: - Hombre, compadre. ¿Pero tú crees que yo soy rico y que estoy forrado de dólares? Si yo soy un simple currante-. Y mientras sostenía la pipa en mis manos me miraba diciéndome: - Dólares no, pero  pocas o muchas, son pesetas-. Entonces, saqué mi dinero y le pagué 15.000 bolívares por la pipa de pico de pelícano.​​​

 

 

                                                     PATRONA DE ORIENTE, PEONES DEL CARIBE.​



Dicen los margariteños que su punto de unión es su virgen, aunque quizás sea, o sean otras cosas. Los sueldos son bajos, los precios altos y cualquier aportación a la economía familiar es bien recibida. En el Valle del Santo Espíritu está la Virgen del Valle, fuera de la iglesia una niña vende  imágenes de la Santa. Seguramente en las calles de Porlamar están la mayoría de los zapatos de la isla, y estos dos chicos limpiabotas esperan conseguir algún bolívar con ellos. En uno de los parques nacionales de la isla, a varios metros de altura, dos hermanos posan frente a su casa para la foto a cambio de una coca-cola, permanente embajadora de la economía “yanki” en todo el mundo.​​​

                                           EL MURCIÉLAGO O LA CUCARACHA.

 

Indudablemente los hechos comunes unen a la gente aflorando en ellos la solidaridad. Y esta solidaridad entre grupos hace que sean insolidarios con otros grupos o colectivos. Por ejemplo, hombres y animales.

Estoy en mi habitación en el Hotel Tamarindo. Espero a alguien del servicio técnico que me  prometió “chequear” el aire acondicionado que no funciona. Tocan a la puerta. Por fin –pienso-. Me levanto en sudor y abro la puerta. No es el técnico, es Tony un amigo que se aloja en una habitación en el mismo pasillo.- ¡Qué pasa tío! -, le digo. - ¡Joder, ayúdame que se metió un murciélago en la habitación! -  Responde entre risas y asombro. Corremos hacia la habitación, dentro, su novia corre por encima de los muebles mientras el murciélago vuela torpemente en círculos, oyéndose el aleteo desesperado del animal. Sin hacerle daño y con la única intención de liberarlo, intentamos atraparlo con unas toallas durante varios minutos sin conseguirlo. Seguramente  por el excesivo cuidado, para no provocarle ninguna lesión, no lo cogemos. Sin saber que eso le hubiera salvado la vida.

Una camarera que pasa por allí y al oír semejante escándalo, se presta a ayudarnos. Pensamos que ella lo cogerá sin problemas ya que al ser habitual allí, tendrá más mano que nosotros. Y la tuvo. Con la mayor naturalidad se dirige decidida hasta la cortina azul en donde se contrasta el cuerpo del murciélago, extendido y de color negro. Con el cepillo que lleva en las manos y de un golpe certero echa el bicho al suelo y continúa con una serie repetida de golpes, aplastándolo contra el piso y terminando con un toque,  entre barrido y golpe de golf, lanzándolo por el balcón hacia el exterior, incluso con elegancia. El murciélago acaba en el suelo, arrollado por las ruedas de los taxis del hotel. Casi fosilizado, parece una cutre pegatina de Batman. Lo mató como si fuera una cucaracha, como cuando matamos nosotros a una de nuestras. Con la misma importancia.

Cuando el hombre piensa que  hay que eliminar a los animales es  porque cree sentirse amenazado, o porque simplemente le molestan. Seguramente, para ellos matar un murciélago es como para nosotros matar  a una cucaracha, hay tantos, que no se van a extinguir. Pero, y si sólo quedara una cucaracha, una sola en el mundo. ¿Qué haríamos?, ¿Resistiríamos la tentación, o acaso la aplastaríamos?​





                                                                                                  LOS CONEJEROS. EL GRAN  MERCADO

 

En la ciudad de Porlamar se encuentra el Mercado de los Conejeros. Consta de dos zonas diferenciadas, en una se vende fruta y en la otra ropa y artesanía. Un entramado de más de cien pasillos colocados en paralelo y atravesados por otro central, hace casi interminable la visita, mientras que a la voz de “a la orden” los comerciantes ofrecen sus productos. Aunque permitido por las autoridades de la isla, en este mercado no se paga impuesto alguno, y  a excepción de la artesanía casi todo es falso. Pirateo puro. Prendas deportivas con nombres rotulados de estrellas del baseball norteamericano, de la NBA, gafas de diseño o incluso algunos de los personajes de dibujos animados, son vendidas por  poco dinero como auténticas.

Con trabajo o sin él, descansando por mucho o por poco, un  vendedor de granizadas duerme con el instrumental de trabajo sobre su cuerpo, como si éste hubiera sido interrumpido por el cansancio. En una crisis económica como la que sufre el país, conseguir trabajo es muy complicado, para algunos minusválidos sólo queda pedir, para otros es la hora del periódico, casi todos descansan.​



LA OSCURA Y CALUROSA NOCHE.

 

De vuelta de Juan Griego, tras ponerse el Sol, la noche se asoma y , en las carreteras que cruzan pequeños pueblos, parece más oscura. La negritud sólo manchada por algún foco de las luces de un taxi  que  ilumina, por unos momentos,  la figura de un niño pequeño que camina por una acera. O, alguna luz que, casi cenital, ilumina una mujer en un teléfono público mientras los coches cruzan en las dos direcciones y siempre de paso.

En Porlamar, los letreros luminosos contaminan el negro de la noche, reclamando a cualquier cliente su visita, como si se tratara de un fotograma de una auténtica película de cine negro americano. Un Cadillac pasea por delante de un restaurante mexicano bajo las sombras de la noche calurosa y siempre oscura de Isla Margarita.​

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